Ni viajar como el orto podemos

El sábado a la tarde fui a la Terminal de Retiro. Ya había pasado la euforia. La tensión había bajado. Vi caras de resignación. Bolsos tirados en el piso que hacían de apoya cabeza para las personas varadas en la terminal. Los locutorios eran un hervidero. Los pibes llamaban a sus viejos para decirles que no los esperen para el asado, que arranquen sin ellos. Algunos tenían bolsas con regalos.
En los blindex de las boleterías había carteles pegados que intentaban explicar los motivos de las demoras. Frente a las ventanillas había largas colas buscando cambiar el pasaje.
Mucha gente agolpada junto a los televisores viendo lo que pasaba en Gualeguaychú y en Plaza de Mayo. La frase “esto se está poniendo bravo” la escuché más de una vez.
Afuera, las plataformas, estaban vacías. Adentro, el piso estaba repleto de gente acostada, esperado poder irse. Algunos, sentados en los bares calmaban los ánimos tomándose una cerveza y picando algo. “Que Cristina sepa que los campesinos también tienen hijos. Desde Retiro le digo a mi viejo feliz día”, me dijo Angelina, una chica que tenía pasaje para irse a Lincoln.
La gente esta cansada. Yo estoy cansada. Viajar en subte es imposible. En tren la gente viaja colgada. Para tomarte un bondi necesitas monedas y no hay. ¿Qué más tenemos que soportar?.
Como respuesta nos dan discursos vacíos. Cartelitos hechos a mano que dicen “disculpen las molestias”.
Lo de ayer fue aún peor. Las miles de personas que quisieron viajar no pudieron. Lo triste es que ya ni viajar como el orto podemos.